Innovadoras TIC charla con Carla Pereira, cofundadora del Colectivo Engranaje, dentro de su gran trayectoria profesional como animadora de stop motion, fue nominada a un Goya este 2021 por Metamorphosis, un corto que dirigió junto a Juanfran Jacinto, cabe destacar su participación en el primer largometraje de stop motion mexicano titulado Inzomnia (2014) dirigido por Luis Téllez y la premiada Isla de perros (2018) dirigida por Wes Anderson.
Cuéntanos Carla, ¿En qué momento decides dedicarte a la animación y en concreto al stop motion?
Tendría unos 5 o 6 años cuando vi en la tele el corto de stop motion “El músico y la muerte” de Lubomir Benès, se me quedó grabado en la cabeza. Pensé que era algo mágico, como un poco sobrenatural. Pero fue gracias a la serie Clay Kids cuando comprendí que podía dedicarme profesionalmente. Al principio me costaba creer que me pagaran por hacer algo que me gustara tanto.
Eres la cofundadora del estudio y animadora del colectivo engranaje, ¿cómo surge el proyecto?
Surgió con mis amigos Juanfran Jacinto y Albert Mejías. Queríamos presentar mi web al concurso Valencia Crea. Juanfran había hecho la parte de la programación, yo las animaciones y Albert la música. En la web aparecía una mujer con cabeza de rinoceronte de la cual salían todo tipo de engranajes metálicos que conducían a cada sección de la web, así que en las reuniones repetíamos mucho la palabra “engranaje”. Albert propuso que fuera nuestro nombre. Ese año fuimos premiados y lo interpretamos un poco como la confirmación de que funcionábamos bien juntos. A partir de ahí seguimos haciendo cosas y se fueron sumando otros colaboradores habituales como Sonia Iglesias o Daniel Amar.
Tu último trabajo, el corto Metamorphosis ganó el premio al mejor cortometraje de animación en el último Festival de Málaga y fue nominado al Premio Goya al mejor cortometraje de animación. ¿Qué se siente al ver reconocido tu trabajo?
Creo que a los premios hay que darles la importancia justa, en parte porque es peligroso depositar en manos ajenas la validación de tu trabajo. Pierdes perspectiva de lo realmente importante: crear para ti misma. Cuando haces arte creo que es aconsejable estar un poco blindada tanto a las críticas negativas como a las positivas, porque te pueden subir a los cielos o bajar a los infiernos y las dos opciones son enemigas de la creatividad, porque es fácil que te inmovilicen.
¿Cuál proyecto ha sido el mayor reto al que te has enfrentado?
Supongo que cuando trabajé en Isla de perros. Fue un reto a varios niveles, además de intentar estar a la altura de la producción a nivel profesional tenía que batallar desde que llegué con un diálogo interno bastante autodestructivo, que insistía en recordarme cada día que yo no merecía estar allí y que iba a acabar estropeándolo todo. Tenía que esforzarme mucho por recordar que esa voz interna no es identitaria, sino que está hecha de cultura, de experiencias pasadas… evitar que me paralizara y tuviera así el clásico efecto de profecía autocumplida.
Vienes de un sector mayormente masculinizado, ¿cómo ha sido tu experiencia en él?
Bueno, supongo que como a casi todas las mujeres en casi todas las disciplinas he sufrido del clásico trato infantilizado, en alguna ocasión me han infravalorado como profesional y he tenido que desarrollar ciertas herramientas. Por otro lado también he tenido la suerte de encontrar compañeros de profesión absolutamente increíbles dispuestos a cuestionarse a sí mismos y al sistema, de los que también he aprendido muchísimo.
¿Crees que en un futuro cercano podremos ver a más mujeres estudiando y trabajando en la animación?
Por supuesto, ya está ocurriendo ahora mismo. El feminismo se ha vuelto mega masivo y hay muchas cosas que ya nadie cuestiona.
Háblanos de las referentes femeninas que has tenido, ¿consideras que has tenido suficientes?, ¿quiénes han sido?
Descubrí a la directora noruega Anita Killi por ejemplo en Animadrid con su corto “angry man”. Yo todavía estaba estudiando y era el primer festival de animación al que iba. Quedé fascinada por su trabajo, todavía es el mejor cut out que he visto nunca. Cuando animé en la película noruega tuve la oportunidad de conocerla en persona porque era amiga de la directora de fotografía. Comimos arándanos juntas mientras me enseñaba los cortos que hizo cuando era estudiante, es una de las mejores experiencias que me llevo de aquel trabajo.
Como referentes innegables podría decirte a Allison Schulnik (es absolutamente brillante a todos los niveles), a Niki Lindroth von Bahr o Kirsten Lepore. Karla Castañeda y Emma de Swaef también me gustan mucho. En España Anna Solanas por ejemplo, creo que Canis es el mejor corto español hecho en stop motion. También hay una chica que descubrí hace poco, está empezando en esto del stop motion pero tiene ya una línea muy interesante, se llama Phoebe McCaughley. En animación 2D me fascina Gina Thorstensen.
Bueno, y te hablo sólo de animación. En otras disciplinas creo que fue clave para mí la pintora Harriet Backer por ejemplo, sobre todo en la ambientación de Metamorphosis. No sé muy bien cómo lo hace pero consigue generar un aura de misterio en escenarios costumbristas donde aparentemente no está ocurriendo nada.
También me marcó la directora Lynne Ramsay, adoro cómo cuenta lo que ocurre en sus películas casi exclusivamente a través de los detalles y los símbolos. Los retratos de Alice Neel, los cuadros de Florine Stettheimer, Mia Makila.. los cómics de Raisa Álava, Muriel Bellini…También amo a Louise Bourgeois, claro.
Piensa en el momento de decidir a qué te querías dedicar, ¿crees que tu elección estuvo libre de sesgos?
No sabría decirte, supongo que hay sesgos de los que ninguno podemos escapar. Yo recuerdo mi elección como algo bastante libre. Mi familia me apoyó en todo momento, por ejemplo. Aunque tampoco sé si usar la palabra “elección” es correcto, porque no recuerdo que hubiera otra alternativa para mí que no fuera el arte, no recuerdo concebir otra cosa.
Un consejo para las niñas y mujeres que están leyendo esta entrevista y que, como tú, quieren trabajar en el mundo de la animación.
Les advertiría acerca de esa voz interna que censura y que castiga, les diría que no es identitaria, que aprendan a detectarla rápido, y después a cuestionarla y a relativizarla. Que no las paralice.
Algo que te defina: una palabra, una experiencia, un color, un verbo, un adjetivo, un estado de ánimo… y por qué.
Hace poco escuché un podcast de Victoria Martín y Carolina Iglesias. Victoria Martin contó que cuando era pequeña vivía en una casa con jardín. Un día un gorrión que tenía un ala rota cayó en el jardín. Ella lo recogió para rescatarle e interpretó que el pájaro debía estar sediento, así que le metió la cabeza en la piscina. Cuando lo sacó estaba quietito, quietito. Como no reaccionaba se puso tan nerviosa que lo colgó en el tendedero con dos pinzas, una por cada ala. Ella pensó inconscientemente que si secaba al pájaro iba a revivir, que el problema era que estaba mojado.