Marta Ortín, ingeniera y cofundadora de DIVE Medical, nos abre la puerta a un proyecto que nació de una necesidad clínica muy concreta y ha acabado transformando el diagnóstico visual en pacientes que no pueden expresar lo que ven. A través de tecnologías como el eye tracking y la inteligencia artificial, su equipo ha desarrollado un dispositivo capaz de detectar de forma objetiva patologías visuales en bebés y personas con dificultades neurocognitivas. En esta entrevista, Marta comparte cómo ha sido pasar del laboratorio a liderar una startup médica, los aprendizajes de emprender en un sector tan regulado y por qué la tecnología, bien aplicada, puede ser una aliada para quienes más la necesitan.
¿Recuerdas el momento en que pensaste que la tecnología podría tener un impacto real en la salud visual? ¿Qué te llevó a enfocarte justo ahí?
El proyecto surgió de la necesidad que experimentaba la oftalmóloga infantil Victoria Pueyo diariamente en su consulta. Ella veía que las exploraciones visuales eran a menudo subjetivas y complejas, dificultando lograr diagnósticos tempranos y fiables, especialmente en pacientes no verbales como bebés o niños con problemas neurocognitivos. A partir de esa necesidad, comenzamos a buscar soluciones entre su equipo de oftalmólogos y optometristas del Instituto de Investigacion Sanitaria de Aragón y los ingenieros del grupo de investigación Graphics & Imaging Lab de la Universidad de Zaragoza. Pensamos que a través de la tecnología de seguimiento ocular (eye tracking), se podía desarrollar una herramienta que facilitara la exploración visual objetiva y adelantara los diagnósticos en estos pacientes que suponían un reto tan grande para los especialistas.
Para mí, empezar a trabajar en algo con una aplicación tan directa y tangible en la sociedad supuso un cambio muy grande frente a las investigaciones en las que había estado implicada antes. La satisfacción de ver un impacto positivo desde las fases más tempranas del proyecto fue enorme.
En un campo tan técnico como el tuyo, ¿cuánto hay de vocación y cuánto de casualidad en tu camino hacia la salud?
Siempre me han atraído las ciencias, las matemáticas y la ingeniería; la parte de la tecnología ha sido claramente vocacional. Sin embargo, aplicar estos conocimientos al campo de la salud fue en gran parte una casualidad. Me propusieron unirme al proyecto cuando estaba haciendo un post-doc en la Universidad de Zaragoza, y comenzó siendo uno más de los temas de investigación en los que trabajaba. Poco a poco, el proyecto fue adquiriendo mayor entidad, hasta que se ha convertido en mi trabajo a tiempo completo.
La ciencia, en todas sus formas, tiene un gran valor, y nuestro enfoque aplicado a la salud refuerza esa utilidad. Todos los fundadores y trabajadores de DIVE Medical compartimos la vocación de querer que nuestros desarrollos lleguen a la gente y puedan suponer un cambio positivo en sus vidas. Gracias a esa casualidad inicial, descubrí lo satisfactorio que puede ser trabajar en la aplicación de la tecnología en el entorno sanitario.
DIVE Medical propone una solución para evaluar la visión incluso en pacientes que no pueden expresarse. ¿Cómo se empieza a diseñar algo así? ¿Hay desafíos que no se ven desde fuera?
La idea inicial era utilizar eye tracking para detectar en qué parte de la pantalla miraban los pacientes, que pueden ser bebés o personas con problemas neurocognitivos, mientras les presentábamos estímulos visuales en la pantalla de un ordenador. Estos estímulos, que a simple vista parecen simples dibujos con sonidos y colores, en realidad estimulan reacciones en el paciente, maximizan su atención y evalúan distintas funciones visuales.
Comenzamos desarrollando versiones muy básicas, empezando con una prueba que medía la estabilidad de fijación, que hoy en día es una de las principales funcionalidades del dispositivo. La clave fue la colaboración y comunicación constante entre oftalmólogos y optometristas e ingenieros, y probar todos los desarrollos desde el primer momento con pacientes reales. Cada nueva idea que pensábamos que podía funcionar, la evaluábamos al día siguiente en el hospital como parte de estudios clínicos. Veíamos qué funcionaba y qué no, ajustábamos el diseño, y volvíamos a probar. Ha sido un proceso constante de prueba y error, que ha permitido que DIVE se convirtiera en lo que es hoy en día.
Uno de los principales desafíos ha sido lograr que el sistema funcione con la mayoría de los pacientes, que son muy distintos entre sí. Hemos tenido que adaptar el dispositivo a múltiples patologías visuales, algunas de las cuales afectan a cómo funciona el seguimiento de mirada, y ajustarlo según las edades del paciente y posibles patologías neurocognitivas. Muchas de estas personas suelen quedar fuera de los avances tecnológicos en salud, y precisamente constituían nuestro principal objetivo. Solamente discernir entre si se trata de un problema visual o si la persona no está mirando a los estímulos por falta de atención o comprensión, resulta muy complejo en algunos pacientes. Asegurar la robustez científica de nuestros desarrollos ha sido siempre una prioridad para nosotros.

¿Crees que estamos lo suficientemente preparados para confiar en la tecnología cuando se trata de diagnósticos médicos? ¿Dónde pones tú los límites?
Es fundamental explicar muy bien cómo funciona la tecnología, tanto a los médicos como a los usuarios. Los profesionales deben saber cómo utilizar los nuevos avances, qué información proporcionan, en qué les pueden ayudar, y cuáles son sus límites.
Desde el principio, nosotros hemos aclarado que DIVE no diagnostica, quien diagnostica siempre es el médico. Nosotros proporcionamos herramientas que le permiten tomar decisiones más informadas, con datos objetivos, y que permiten llegar a conclusiones más fiables, tempranas y robustas. Las métricas sobre la función visual que proporciona DIVE se pueden entender como los parámetros de un análisis de sangre: la tecnología proporciona información muy valiosa, y su interpretación se realiza por parte de profesionales sanitarios.
¿Ha evolucionado tu mirada como ingeniera desde que pasaste por la academia hasta ahora como fundadora de una empresa?
Considero que he evolucionado mucho, no solo como ingeniera, sino como profesional a nivel global. Al fundar la empresa, me di cuenta de la cantidad de áreas que implica el emprendimiento: gestión, administración, desarrollo de negocio, acceso a mercado, comunicación… Algunos de estos aspectos se tratan de manera genérica dentro de la formación de ingeniería y en labores de investigación, pero ha sido al constituir la empresa cuando los fundadores nos hemos dado cuenta de la gran cantidad de campos que hay que manejar al convertirte en emprendedor. Hemos aprendido mucho de multitud de disciplinas diferentes, y se han convertido en parte de nuestro día a día.
Ahora tenemos una visión mucho más global sobre la investigación aplicada y la transferencia tecnológica. También hemos ganado confianza en nuestra capacidad para aprender sobre áreas que al principio nos parecían muy lejanas y complejas.
Como fundadora de una startup en el sector de la salud, ¿cuáles son las principales dificultades a las que te enfrentas al combinar la innovación tecnológica con el rigor y la seguridad de los dispositivos médicos?
Sin duda, uno de los mayores desafíos desde la constitución ha sido el cumplimiento de los requisitos regulatorios del sector sanitario. Nosotros estamos totalmente comprometidos con la seguridad del paciente, el rigor científico de todos nuestros procesos de I+D, y la documentación clara y completa sobre la seguridad, efectividad y validación clínica de nuestras pruebas visuales. No obstante, los requisitos en ámbito regulatorio que se imponen a todas las empresas, incluidas las startups con recursos limitados en tiempo, personal y dinero, son un obstáculo que es muy difícil superar.
Este proceso supone mucho tiempo de preparación y de espera, y muchísima documentación. El esfuerzo que debemos invertir en cumplir los requisitos reglamentarios es desproporcionado respecto al tamaño de nuestra empresa. Incluso nos enfrentamos a interpretaciones diferentes de las normas y desconocimiento sobre algunos aspectos específicos entre distintos agentes del ecosistema, lo cual añade complejidad y frustración al proceso. Si queremos potenciar la innovación y la transferencia en el sector sanitario, es fundamental encontrar una fórmula que permita garantizar la seguridad del paciente sin comprometer la operatividad de las startups.
¿Cuál ha sido el mayor aprendizaje al convertir un prototipo en un producto que ya se está utilizando en entornos clínicos reales?
Me resulta complicado señalar un aprendizaje concreto, ya que nuestro proceso de emprendimiento se ha caracterizado por la formación constante en múltiples áreas. Hemos aprendido mucho a través de programas de emprendimiento y aceleración, pero los mayores aprendizajes han venido de la práctica diaria de constituir una empresa y llevarla hasta el momento actual.
Uno de los aspectos más relevantes y con gran impacto en todas las áreas de la empresa es la selección y gestión del equipo. Un buen acuerdo entre los fundadores y transparencia en el compromiso de cada uno de ellos es un punto de partida esencial. A partir de ahí, es clave construir un equipo que comparta los mismos valores, y sepa trabajar de manera conjunta y adaptarse a los múltiples cambios que surgen a diario en una startup pequeña. Es complicado encontrar perfiles que comprendan la dinámica de una empresa joven, y que tengan la capacidad y predisposición para apoyar en cualquier tarea.
Convertir una idea en un producto real ha sido como un curso acelerado de transferencia tecnológica.

Como mujer en un sector como el de la tecnología médica, ¿has sentido que te has enfrentado a obstáculos específicos por cuestión de género?
Personalmente, no he sentido que mi camino laboral haya sido más difícil por ser mujer. Siempre he puesto el foco en hacer bien mi trabajo y dejar que el esfuerzo y los logros conseguidos hablen por sí mismos, y dar valor al trabajo de cada persona independientemente de cuestiones de género u otros aspectos. En nuestro equipo de fundadores somos cuatro personas, tres de ellas mujeres, y en el equipo de trabajadores de 12 personas a tiempo completo somos mitad hombres y mitad mujeres. Cada persona aporta valor desde su experiencia, formación y capacidades.
Gracias a personas que han recorrido este camino antes que nosotros, nos hemos podido beneficiar de un entorno actual más equitativo, e incluso de subvenciones dirigidas a proyectos liderados por mujeres.
¿Qué te ilusiona del futuro en tu campo? ¿Qué avances te gustaría ver hechos realidad en los próximos cinco o diez años?
Nuestro objetivo desde el primer momento ha sido llevar la tecnología que habíamos desarrollado a la sociedad, ver cómo se utiliza en el mayor número de lugares y pacientes posible, y lograr un impacto verdaderamente positivo en las personas. Por ello, a lo largo de los próximos años nos gustaría ver cómo DIVE se extiende a más países, y que cualquier niño o paciente que lo necesite pueda tener acceso a una exploración visual fiable a cualquier edad.
Con nuestro alcance directo, hemos explorado a más de 7.000 pacientes, y hemos visto muchos casos en los que DIVE ha marcado una diferencia real. Nos encantaría que este número de casos en los que DIVE ha ayudado creciera mucho más.
También nos ilusionan futuras aplicaciones de nuestra tecnología: Además de ayudar a la detección de problemas oftalmológicos, también podemos aportar a la detección de trastornos y patologías neurocognitivas. Estamos actualmente trabajando en el desarrollo de dos pruebas viso-cognitivas para detectar signos tempranas de autismo, y planeamos extender los desarrollos a otras patologías neurológicas del desarrollo y neurodegenerativas, como el Alzheimer o el Parkinson.
¿Qué le dirías a una joven que hoy está pensando en emprender en tecnología aplicada a la salud o a otras, pero no sabe por dónde empezar?
Lo primero es tener un proyecto en el que realmente creas y que te apasione. A partir de ahí, hay que mentalizarse de que es un camino complicado, con muchas satisfacciones y oportunidades positivas, pero también con muchos momentos duros y decisiones difíciles. Le recomendaría también que adquiriera toda la formación posible. Hoy en día hay muchas oportunidades para recibir formación en temas de emprendimiento, nosotros comenzamos en un programa de emprendimiento dentro de la Universidad de Zaragoza y hemos participado en programas de aceleración generales y específicos de nuestro sector.
También es fundamental rodearse de un equipo con el que se puedan compartir todos estos momentos buenos y malos. Desde el punto de partida, el equipo emprendedor debería compartir los mismos valores personales y la visión de lo que se quiere conseguir a corto, medio y largo plazo.