María Aperador descubrió en la ciberseguridad una forma de ayudar a las personas y dar sentido a su vocación como criminóloga. Su camino profesional la llevó a combinar conocimiento técnico y sensibilidad social para poner en marcha BeValk, una app protege a miles de personas frente a las amenazas online. En esta entrevista comparte cómo nació su compromiso con la prevención digital, el valor de su comunidad y por qué el conocimiento en seguridad digital es clave para ganar confianza y autonomía en internet.
¿Qué te llevó a unir dos campos como la criminología y la tecnología? ¿Recuerdas ese momento que despertó en ti la vocación por la ciberseguridad?
Totalmente. Cuando terminé la carrera de Criminología, tuve que especializarme en alguna de las muchas ramas disponibles. Decidí centrarme en la protección de las mujeres, concretamente en violencia machista. En aquel momento cursé un posgrado y un máster, y al comenzar a trabajar desarrollando programas de prevención de violencia y de digitalización para mujeres, me di cuenta de algo muy claro, y es que la delincuencia estaba cambiando.
Era 2019, y ya empezaban a surgir casos de agresores que, a pesar de tener órdenes de alejamiento, contactaban con sus víctimas a través de redes sociales, emails o SMS.
Fue entonces cuando empecé a integrar tecnología en los programas de prevención. Y recuerdo perfectamente ese momento “eureka”: mi jefa por aquel entonces —una ingeniera de pura cepa— me preguntó si me veía capaz de trabajar en proyectos de Inteligencia Artificial y Open Data. Me quedé en shock, porque no tenía ni idea de tecnología. Pero gracias a su confianza y acompañamiento, empecé a formarme e incorporar herramientas tecnológicas en mi día a día.
Y ahí empezó todo. Me hice una pregunta: ¿cómo podía unir lo que estaba aprendiendo de tecnología con mi pasión por la criminología? Buscando esa respuesta descubrí la disciplina de la ciberdelincuencia, y sentí exactamente lo mismo que cuando elegí estudiar Criminología por primera vez: me enamoré por completo. No tuve ninguna duda. Ese era mi camino.

Bevalk, tu app contra las ciberestafas, es pionera. ¿Qué necesidad detectaste que te impulsó a crearla?
En enero de 2024, empecé a crear contenido en redes sociales sin mucha idea de si iba a funcionar. Solamente tenía una cosa clara, y es que quería transmitir a las personas mis conocimientos para que estuvieran seguros en Internet. Fue una absoluta sorpresa cuando en menos de tres meses ya tenía más de 50 mil seguidores.
Me alentó mucho a seguir creando contenido el saber que estaba haciendo algo útil para las personas. A lo largo de todo ese año, escuché a muchísimas personas que habían sido víctimas de delitos en internet, escuché sus historias, sus pérdidas y todo lo que eso les había conllevado.
Después del verano, no me podía creer que cada vez la ciberdelincuencia fuera a más y que el número de víctimas creciese de una manera exponencial. Así que empecé a trabajar en la elaboración de una encuesta para conocer lo que realmente estaba pasando. Esa encuesta la trabajé con una amiga mía especialista en análisis de datos para intentar que estuviera lo menos sesgada posible. Lancé esa encuesta a través de mis redes sociales y la contestaron más de mil personas.
Las conclusiones fueron… bueno, sin palabras. La mitad de las personas que me contestaron la encuesta habían sido víctimas de algún ciberdelito y la otra mitad conocían a alguien que lo había sido. Las personas no sabían dónde acudir – a pesar de que existen ciertos recursos -, no tenían conocimientos para protegerse, no sabían detectar las amenazas…
Fue entonces cuando nació la idea de BeValk. Un nombre inspirado en las valkirias, en esa figura protectora que vela por los suyos. Quería construir un guardián digital que acompañara, protegiera y empoderara a cualquier persona frente a los peligros del entorno digital.
Aproveché mi comunidad para crear un grupo de 170 personas —los Bevalkers— con quienes diseñamos el primer prototipo, validando las funcionalidades más urgentes para lanzar un producto mínimo viable. Así nació BeValk con:
- Un verificador de enlaces, números de teléfono, correos y wallets de criptomonedas, para saber si puedes fiarte o no.
- Un escáner de QR seguro, para detectar fraudes antes de que ocurra.
- Un asistente inteligente en formato chat, que responde dudas sobre privacidad, seguridad y prevención digital.
- Un botón de ayuda si has sido víctima de una estafa, para acompañarte paso a paso y que no te sientas sola.
- Y un espacio de formación, para que puedas aprender a protegerte sin tecnicismos, desde cero.
Pero BeValk no es solo una app. BeValk es tranquilidad cuando no entiendes qué está pasando, claridad en medio del caos digital y una forma de recuperar el control sobre tu identidad online. Es una herramienta que te da poder. Que te dice: “Estás protegido. No estás solo. Sabes lo que estás haciendo”.
Y eso, en el mundo en el que vivimos, marca la diferencia entre ser víctima o ser dueña de tu seguridad digital.
Con Criminology Fair has querido acercar la criminología a la sociedad. ¿Cómo crees que la tecnología está ayudando a que se entienda mejor esta disciplina y su utilidad en el día a día?
CriminologyFair nació con el propósito de dar visibilidad a la profesión de la criminología en España, donde todavía está bastante invisibilizada o poco reconocida en sectores donde, en realidad, los criminólogos y criminólogas tenemos mucho que aportar.
El objetivo era doble: por un lado, visibilizar el valor de la criminología como ciencia aplicada, y por otro, dar herramientas reales a los profesionales del sector para que pudieran posicionarse, ganar presencia y abrirse camino laboralmente. A través de actividades, conferencias y formaciones, ayudamos a que los asociados participaran activamente, mostraran su expertise y mejoraran su posicionamiento profesional, desde cómo presentarse en una entrevista hasta cómo construir un currículum más estratégico.
Y en todo ese proceso, la tecnología ha sido clave. Gracias a ella hemos podido llegar a muchas más personas, generar contenido educativo, conectar profesionales de distintas partes del país e incluso del mundo, y sobre todo, demostrar que la criminología no es una ciencia lejana, sino una disciplina útil para el día a día: desde la prevención del delito en redes sociales hasta el análisis del comportamiento humano en entornos digitales.
La tecnología nos ha permitido romper la barrera académica y convertir la criminología en algo cercano, práctico y con impacto social.

En redes sociales, donde te siguen casi 500 mil personas entre Instagram y TikTok, combates la desinformación y empoderas a miles de personas frente a las amenazas digitales. ¿Cómo decides qué contenidos compartir y qué impacto te gustaría que tuvieran en quienes te siguen?
Es una pregunta difícil, porque hay muchos contenidos que me encantaría poder compartir abiertamente —sobre todo temas muy sensibles como la realidad del contenido de menores en ciertas plataformas—, pero por las políticas de censura de las propias redes, a veces es imposible. Así que he tenido que aprender a adaptarme para decir lo importante sin que me silencien.
A la hora de decidir qué publicar, me guío por dos pilares:
- Alertar: comparto nuevos modus operandi, estafas y formas actuales en las que los ciberdelincuentes están actuando. Porque si no sabes cómo te atacan, no puedes protegerte.
- Educar: ofrezco consejos, buenas prácticas y estrategias simples para que cualquier persona, tenga o no conocimientos técnicos, pueda mejorar su seguridad digital.
Mi objetivo no es que la gente tenga miedo, sino que tenga poder. Que entienda que no necesita ser hacker para protegerse. Que hay herramientas, hábitos y decisiones pequeñas que marcan una gran diferencia.
Lo que más me importa del contenido que comparto es el impacto real. Que alguien me escriba y me diga “evité una estafa gracias a tu vídeo”, “protegí a mi hijo después de escucharte” o “me atreví a denunciar porque entendí que no era mi culpa”. Eso es lo que me mueve.
Porque al final, combatir la desinformación es una forma de justicia preventiva. Y si a través de mis redes consigo que una sola persona esté más segura, ya ha valido la pena.
Hablas de prevención, de seguridad… ¿Qué hábitos digitales básicos deberíamos interiorizar para protegernos en internet?
Lo primero que me gusta dejar claro es que la seguridad digital no es solo para expertos. No se necesita ser hacker para protegerte: se necesitan hábitos. Igual que nos ponemos el cinturón cuando subimos al coche, debemos hacer lo mismo cuando entramos en internet.
Estos son los que considero básicos:
- Desconfiar como norma. Si algo nos genera duda, si suena demasiado bueno, si nos presionan con urgencia o nos piden datos… probablemente sea un intento de manipulación. Lo más peligroso de internet es bajar la guardia.
- Proteger nuestras cuentas como si fueran las llaves de casa. Doble factor de autenticación en todo. Contraseñas fuertes, únicas y mejor si usas un gestor. No sabéis la cantidad de delitos que ocurren solo porque alguien usó la misma contraseña en todos lados.
- Revisar los permisos de las apps y redes. Muchas veces no es que nos hackeen, es que les hemos dado permiso sin darnos cuenta. Ubicación, cámara, micrófono… hay que revisar y reducir al mínimo lo que compartimos.
- No compartir más de la cuenta. Cada foto, cada dato, cada publicación… suma piezas de un puzle sobre nosotros. Cuanto más sepan de nosotros, más fácil es manipularnos o suplantarnos.
- Formarnos, aunque sea un poco. Porque cuando entendemos cómo funcionan las amenazas, dejamos de tenerles miedo. Y ahí es cuando pasamos de ser vulnerables a ser responsables.
La prevención no es paranoia. Es poder. Y en un mundo donde los ciberdelincuentes no descansan, estar preparado es la forma más inteligente de defenderse.

¿Crees que en los colegios e institutos se está enseñando lo suficiente sobre ciberseguridad? ¿Qué contenidos o enfoques te gustaría que se trabajaran más con el alumnado?
Sé que hay centros educativos con muy buena intención, que organizan jornadas puntuales o charlas sobre estos temas. Pero seamos realistas, la ciberseguridad todavía no forma parte del núcleo del currículo educativo, y eso es un problema.
Vivimos en un mundo donde los menores crecen conectados, pero nadie les enseña a protegerse. Y no me refiero solo a evitar estafas o proteger una cuenta, sino a algo mucho más profundo: me gustaría que se les enseñara a pensar con espíritu crítico, a no tragarse todo lo que ven en internet, a cuestionar la información que consumen y a desarrollar una mentalidad analítica y holística.
No basta con saber usar una app. Hay que enseñarles a detectar manipulaciones, a contrastar datos, a entender cómo funcionan los algoritmos, y a hacerse preguntas constantemente:
— ¿Por qué me están mostrando esto?
— ¿Quién gana si yo hago clic?
— ¿Qué datos estoy regalando?
Necesitamos formar a una generación que no solo sepa usar la tecnología, sino que sepa defenderse de ella cuando sea necesario. Porque si no, lo digital se convierte en una jungla donde los más vulnerables siempre pierden.
Como mujer en un sector con poca representación femenina, ¿te has encontrado con barreras o estereotipos? ¿Cómo los has enfrentado y qué mensaje darías a otras chicas que se plantean entrar en este campo?
La verdad es que tengo mucha suerte de estar rodeada de compañeros que me respetan, me valoran y me impulsan. Los hombres de mi entorno profesional comparten mis logros, me animan a seguir construyendo y creen en lo que hago.
Eso no quita que, en el camino, me haya cruzado con comentarios fuera de lugar o actitudes despectivas. Pero esas personas no forman parte de mi núcleo ni de mi círculo de influencia, y ahí está la clave: rodearte de quienes te elevan, no de quienes te frenan.
A las chicas que están pensando en formarse en ciberseguridad, solo puedo decirles una cosa y es que vengan. Que este sector necesita más voces, más perspectivas, más sensibilidad y más visión estratégica como la que nosotras podemos aportar. Aportamos color, empatía y una forma distinta de ver los problemas… y eso es clave en un mundo donde lo digital lo atraviesa todo.
Además, ya no estamos solas. Conozco a muchísimas mujeres increíbles que ya son referentes en el sector. Mujeres que han abierto camino, y a las que hoy les debemos mucho. Nosotras tenemos la responsabilidad de pisar fuerte y dejar ese camino abierto para todas las que vienen detrás.
¿Recuerdas alguna historia o testimonio que te haya tocado especialmente en tu trabajo de divulgación o formación?
Sí. Hay muchas historias que me han marcado, pero hay una que no se me olvida.
Me escribió un hombre para contarme lo que le había pasado a su madre. Me decía que ella estaba pasando por un momento muy difícil: se sentía sola, triste, vulnerable. En medio de todo eso, conoció a un supuesto hombre francés por internet. Él le hablaba con cariño, la escuchaba, la entendía… y con el tiempo, empezó a decirle que estaba enamorado.
Ella, por primera vez en mucho tiempo, se sintió querida. Y cuando él empezó a contarle que tenía problemas económicos, no lo dudó. Le mandó dinero. Mucho dinero. Toda su pensión, mes tras mes, creyendo que lo estaba ayudando… y que se casarían pronto.
Para convencerla, este hombre le enviaba documentos falsos que aseguraban que ella sería su heredera. Promesas de amor, de futuro, de una vida juntos.
Pero el hijo lo olió. Algo no cuadraba. Cuando revisó los documentos que su madre recibía, se dio cuenta: todo era mentira. Era una estafa emocional. Un ciberdelincuente había usado el dolor y la soledad de su madre para vaciarle la cuenta y romperle el corazón.
Este caso me marcó profundamente porque no hablamos solo de dinero. Hablamos de dignidad, de autoestima, de una vida entera manipulada. Y lo más duro es que no es un caso aislado: pasa todos los días, en silencio, en muchas casas, con personas que solo buscaban alguien que les escuchara.
Por eso hago lo que hago. Porque detrás de cada ciberestafa hay una historia humana. Y si logramos que una sola persona abra los ojos antes de caer, ya estamos ganando.

¿Qué consejo le darías a una niña o joven que siente curiosidad por la criminología o la ciberseguridad pero no sabe por dónde empezar?
Le diría que siga esa curiosidad, porque ahí hay algo muy valioso. No hace falta tenerlo todo claro desde el principio. Lo importante es moverse, leer, escuchar, formarse poco a poco y no tener miedo a equivocarse.
La criminología y la ciberseguridad no son mundos lejanos, ni reservados para genios ni para hombres. Son mundos donde hacen falta personas con sensibilidad, con pensamiento crítico, con mirada estratégica y con muchas ganas de mejorar las cosas.
No hay que obsesionarse con saberlo todo. Nadie empieza sabiendo. Lo que marca la diferencia es la actitud, las ganas de aprender y la valentía de hacer preguntas. Le diría que se rodease de personas que le inspiren, que siga cuentas que le enseñen y que empiece por lo que más le llame la atención.
Y para terminar ¿Qué sueñas lograr con tu trabajo en los próximos años?
Sueño con construir un ecosistema completo de protección digital. Un lugar donde cualquier persona —independientemente de su edad, formación o contexto— pueda aprender a protegerse, sentirse segura y tomar el control de su vida digital.
Eso es lo que estoy haciendo con BeValk: una app, una comunidad y una forma nueva de entender la ciberseguridad desde la prevención, la educación y el acompañamiento.
Quiero que BeValk crezca hasta convertirse en la referencia en habla hispana en protección digital y empoderamiento ciudadano, que llegue a miles de personas, y que, algún día, sea la herramienta que salve a alguien justo en el momento en que más lo necesita.
Y en lo personal, sueño con tener la libertad de seguir creando proyectos con propósito, vivir de ello, y demostrar que se puede emprender con impacto real. Que se puede construir una marca, un negocio y un legado sin perder la ética, ni el alma.
Eso es lo que quiero. Y lo voy a lograr.