Innovadoras TIC charla con Gemma Galdon Clavell, experta en datos y ética, científica social y fundadora de Éticas Research & Consulting.


 

Hola Gemma, para empezar, estaría genial que nos contaras un poco sobre ti y cómo estás desarrollando Éticas. ¿Podrías contarnos cómo surgió la idea y cómo se han ido desarrollando las actividades desde el inicio?

Yo estudié Historia inicialmente y me dediqué a otras cosas en el Tercer Sector durante mucho tiempo, y después decidí hacer una tesis doctoral. Bueno, me fui al extranjero a trabajar porque aquí no encontraba trabajo y me ofrecieron volver con una beca predoctoral. Decidí recortarme mucho el sueldo para volver y poder dedicarme tres o cuatro años a pensar. Hice mi tesis sobre tecnología y al acabar la tesis me encontré con que había muchísimo interés en gente que entendiera la tecnología desde su parte de impacto social. Y empecé a recibir muchísimos encargos, hasta el punto de que ya no podía gestionarlo sola; en mi Universidad esta interacción entre lo técnico y lo sociológico aún entonces era muy incipiente y se entendía muy poco, así que al final empecé una organización aparte y empezamos a trabajar en ayudar a organizaciones y a la sociedad en general a entender cómo impacta la tecnología en la sociedad y a desarrollar mejor tecnología.

Eres Doctora en políticas públicas y tecnología; estuviste también como miembro del consejo estatal y responsable del área de tecnología, privacidad y seguridad para Podemos entre 2014 y 2016. Llevas años manejando sistemas de datos y trabajando a través de la tecnología. ¿Cómo han sido estos años como mujer en todas estas áreas?

La verdad es que he encontrado muchísimos obstáculos. Yo creo que las mujeres, aunque tú puedas sentirte igual que cualquier otra persona, tu entorno te recuerda constantemente que hay mucha gente que no te considera igual. Con lo cual yo creo que a las mujeres no se nos permite olvidarnos de que somos mujeres ni un minuto. Con lo cual yo creo que mi experiencia de género ha sido clave en toda mi experiencia. Y yo creo que la historia de Éticas es una historia de éxito – a mí me sorprende lo que hemos conseguido, el nivel de los contratos que tenemos, el reconocimiento que tenemos-, y aún así, el nivel de apoyo que recibes es muy poco. Las mujeres además nos enfrentamos casi siempre a una cierta desconfianza ante nuestros logros, como que la sociedad siempre te responde “no será tanto”.

Es esto que se habla del “Síndrome del Impostor”, yo creo que es un tema no sólo de las mujeres, sino que la sociedad constantemente te está recordando “pero, ¿quieres decir que eres tan buena?, ¿quieres decir que las cosas te van bien?” y es como “no, no, yo creo que sí que me van bien, y que lo que hago tiene valor”, yo eso lo noto mucho; es muy diferente mi experiencia ante el éxito que la experiencia de mis compañeros hombres, o incluso del equipo de Éticas. Es muy diferente cómo viven su trabajo las mujeres que cómo lo viven los hombres.

Éticas forma parte del 3% mundial de startups “tech” fundadas por mujeres. Parece poco, pero no lo es. Cuéntanos sobre ello.

Alrededor de la tecnología hay muchas cosas que se han juntado. Todas las cifras nos dicen que en los años 50 y 60 había muchísimas mujeres que se licenciaban y que estudiaban carreras técnicas, pero entonces apareció la cultura de masas, y en la cultura de masas todo lo “techie” y todo lo técnico era siempre gestionado por hombres, con lo cual a las mujeres se les empezó a quitar de la cabeza el querer dedicarse a esas cosas. Y así tienes, por una parte, una cultura popular que siempre pone a hombres en esos perfiles, con lo cual cuando tú eres una niña pequeña es muy difícil querer ser algo de lo que no tienes referencias, y por eso acabas queriendo ser aquello que ves. Y si no ves a gente dedicándose a la tecnología es difícil que lo desees, o al final quienes lo desean son un porcentaje muy pequeño y en ningún caso el 50% como deberíamos de ser. Con lo cual este tema yo creo que es más cultural y más general.

Además, es que la cultura de la nueva economía también es muy masculina: vemos como todas las grandes empresas tecnológicas o cercanas a la tecnología siempre están dominadas por hombres, que tienden a recrear espacios de hombres. Yo he notado muy fuerte en Éticas –y seguramente una parte importante de elegir tener mi propia organización es poder solventar algunas de las cosas que he observado en otras- pero los hombres tienden a crear clubes de hombres en sus organizaciones, en la universidad y en la administración privada, con lo cual las mujeres, de formas muy poco obvias pero muy efectivas, se nos va alejando de los círculos de poder y por eso hay una parte cultural que mencionaba antes y esta parte muy concreta del techo de cristal dentro de las organizaciones, que hace que los hombres, intentando proteger ese espacio de hombres, no nos den espacios. Con lo cual siempre nos sentimos limitadas, y yo ciertamente en mi experiencia me he sentido muy identificada con esto, sobretodo en la universidad pública.

En Éticas os encargáis de estudiar la interacción entre la tecnología y la sociedad, contribuyendo a un futuro tecnológico más responsable. ¿En qué punto está la empresa ahora mismo? ¿Cuáles son vuestros próximos objetivos y vuestra visión?

Nuestra visión es cambiar el futuro tecnológico. O sea, estamos profundamente convencidos de que la forma en que hacemos tecnología es muy irresponsable y olvida cosas tan básicas como desigualdades de género, su impacto sobre colectivos vulnerables o básicamente a cualquiera que no sea un hombre blanco de mediana edad con una cierta comodidad económica. Es decir, hacemos tecnología siempre para los mismos y una tecnología además que excluye a cualquiera que no forme parte de ese patrón; y lo hemos visto un montón de veces con por ejemplo la biometría y su precisión a la hora de reconocer rostros; es mucho más efectiva con personas blancas que con personas de otros colores.

Vemos muchas veces a menores completamente ignorados en temas tecnológicos. Por ejemplo, tú pones en tu página web o en tus especificaciones que ningún menor de 16 o 18 años puede utilizarlo y no te preocupas de qué ocurre si alguien lo utiliza. Lo mismo con personas mayores, es decir, un olvido sistemático de un montón de personas, pero además, una ignorancia muy fuerte de cuáles son los impactos de esa tecnología. Al final cada tecnología produce un efecto desplazamiento: si tú generas un nuevo servicio vas a desplazar servicios ya existentes, y a veces puedes mejorar cosas pero igual en ese efecto desplazamiento empeoras otras cosas, con lo cual  en nuestra práctica diaria, trabajando con administración pública y con empresas privadas, vemos mucho desconocimiento sobre estos temas, y cosas que en otros ámbitos tenemos muy integrado: que hay que hacer unas ciertas pruebas –el principio de precaución- antes de vender un producto, por ejemplo en materiales químicos nadie te permitiría vender un nuevo producto sin demostrar  que no tiene efectos negativos sobre la salud, en medicamentos nadie te permitiría vender un nuevo medicamento que  solucionara un problema pero generare tres problemas  más; y en cambio en tecnología no tenemos ningún tipo de  sistema de validación ni de precaución antes de meter los productos al mercado, con lo cual nuestra tarea es ayudar a las empresas y a la sociedad a hacer ese proceso mejor y a crear los mecanismos para asegurar que en el futuro, cuando la tecnología  llegue al mercado o a la sociedad, haya pasado por unos filtros mínimos de controles de seguridad, de equidad, privacidad, etc.

Como nuestra visión es muy ambiciosa, lo que estamos haciendo es unirnos con un montón de otra gente que también desarrolla tecnología responsable y al final de año por ejemplo en Barcelona abrimos un edificio de 3000m2 para reunir a iniciativas de tecnología responsable; estamos estudiando con socios en América Latina para abrir tres edificios más de esta naturaleza, estamos hablando también con otros socios  en Europa y la idea es ir creando espacios de visibilidad de otras formas de hacer tecnología que esperamos que sean la norma en el futuro.

Te describes como “Unlikely entrepreneur”. ¿Podrías resumir un poco por qué?

Yo nunca quise ser empresaria ni tener una empresa. Yo me vi un poco llevada hasta aquí sin mucho control. Yo creo que lo que tuve fue la valentía de cuando vi que esta era la mejor opción, lanzarme sin herramientas y con mucho desconocimiento y tomar el toro por los cuernos. Yo básicamente volví para hacer mi tesis, y mi idea era quedarme en la universidad, pero el mismo éxito de mi trabajo me hizo insostenible quedarme en la universidad y además mi experiencia como mujer me dejó muy claro que formar parte de organizaciones de otros siempre me haría seguramente bastante infeliz, y que me vería muy limitada.

Yo creo que lo que más me he encontrado en el mundo tanto público como privado cuando no he trabajado en mis propias iniciativas es que hay un montón de gente que constantemente te dice que no puedes, cuando tú sabes que sí puedes. No es un tema de tus capacidades, sino que hay alguna limitación en tu vinculación contractual, o alguna cosa burocrática que te limita y te corta constantemente las alas. Yo tenía claro que yo quería volar, y que yo además podía volar. Y además vi que la única herramienta para volar era tener mis propias alas y no depender de las alas de nadie más. Pero nunca quise tener mi propia empresa ni gestionar una empresa es algo que me guste; no tenía ninguna formación empresarial cuando empecé más allá de ver a mi padre que tiene una pequeña pyme, pero de cristales, o sea, una cosa muy diferente. Pero quieras que no sí que sabía lo que era una factura, contabilidad y todo eso, y al final pues me lancé. Pero eso, a mí lo que me gusta es el trabajo que realizo, no me gusta ni la gestión de equipos, ni contratar, ni despedir, ni los márgenes de beneficio… lo que me gusta es el contenido del trabajo que hacemos, y por suerte me he rodeado de gente que me ayuda a que la iniciativa al final tenga todos los perfiles necesarios.

Éticas ha sido galardonada con “Technology Playmaker Awards” de Booking y has sido nominada a mejor emprendedora del año, de la UE. ¿Qué ha significado todo ello para ti?

Bueno la verdad es que tanto el premio de Booking como el de la UE son como espaldarazos muy poco habituales, al menos en mi experiencia. Mi experiencia siempre es de luchar, currar, y lo más agradecido es el trabajo que hacemos, pero hay pocos golpecitos en la espalda. Yo creo que esas nominaciones y esos premios son eso, golpes en la espalda que te animan a seguir, así que encantada y ojalá hubiera más premios de ese tipo y más espacios para premiar a la gente que se arriesga y toma caminos diferentes.

Yo siempre digo que el secreto mejor guardado de la innovación es que cuando eres realmente innovador te das de bruces constantemente. Se alaba siempre la innovación como algo muy positivo, pero ser innovador de verdad supone que se te cierren muchísimas puertas, que mucha gente no te entienda. Digan lo que digan la financiación no va nunca a la innovación, sino que va a cosas que ya han demostrado funcionar en otro lugar; es decir, van a innovación, pero ya en segunda o tercera fase, pero no a innovación de primera fase. Es decir, decir cosas que nadie ha dicho antes, como que la tecnología tiene que ser responsable y que hay que hacerla de otra forma, son caminos bastante desagradecidos, porque eres pionero, y los pioneros siempre estamos muy solos, con lo cual este tipo de premios son una forma de decir “oye, pa’lante y sigue y no te rindas”.    

 

¿Cuál crees que está siendo el papel de las tecnologías en España y sobre todo qué crees que debe cambiar?

Yo creo que en España hay gente muy buena. Mi experiencia reclutando en España y hablando en España es que hay gente muy buena, pero hay mucha que se va. Y yo creo que en España la arquitectura institucional, tanto pública como privada, es muy poco de riesgo. O sea, aquí se tiende a seguir mucho lo que se hace fuera: “pues si en EE. UU. ahora se financia movilidad autónoma, aquí se crean fondos para hacer eso”. En lugar de mirar para adentro y ver en qué podemos ser nosotros referentes en el mundo, siempre miramos para fuera y hacemos las cosas aquí cuando el mundo ya ha innovado. Esta innovación de segunda o tercera generación que mencionaba antes. Y esto lo hace bastante duro porque cuando haces innovación de primera generación estás bastante solo. Además, yo creo que a nivel institucional hay muy pocos espacios.

Yo me acuerdo una vez hace unos años que llamamos al Ministerio para que nos apoyara en una licitación muy grande a la que nos presentamos. Llamamos con toda nuestra ingenuidad pensando “bueno, el Ministerio querrá que gane una empresa española”, y para que el Ministerio nos diera una carta de apoyo, que es una cosa que nos ayuda en nuestra propuesta; y la respuesta del Ministerio de Asuntos Exteriores en ese momento –porque era un tema vinculado con exteriores- fue que no podían apoyar a una empresa que no conocían. Y claro, nos quedamos muy sorprendidos, porque a ver, somos españoles, y dará igual quiénes seamos. Somos una empresa de aquí y querrás que gane una empresa de aquí antes que una de Austria o una de Francia, pero no. Nos encontramos con ese tipo de muros y además al estar en Barcelona pues no estás en Madrid y no son cosas que cultives. Con lo cual, pues son una serie de cosas que te van entorpeciendo que son como muy del siglo XVIII o XIX, pero que vas descubriendo que también son importantes, por desgracia.

A mí me gustaría que tuviéramos un ecosistema de innovación muchísimo más dinámico y muchísimo más valiente.   

Teniendo en cuenta que emprender no es fácil, ¿Has pensado en tirar la toalla alguna vez?

Muchas veces. Yo creo que las personas con mi perfil al menos – que también hacemos mucha parte de divulgación- siempre tenemos la disyuntiva de si seguir tirando de este carro tan grande o convertirte en un show de una persona, por ejemplo, me hago consultora independiente y asumo lo que yo pueda y ya está. Porque además seguramente a nivel de remuneración el resultado sería muy parecido. Lo que pasa es que a mí me gusta mucho tener equipo porque me permite hacer cosas que yo sola no podría hacer.  Yo creo que seguramente viviría mucho más tranquila si fuera consultora independiente, pero sí es verdad que habría cosas a las que tendría que decir que no, y tener equipo me permite un nivel de ambición en las cosas que hacemos que como persona individual no podría tener.

Con lo cual cuando tengo esos momentos de dejarlo o de hacer una cosa mucho más sencilla, que es asumir yo algunos contratos y algunos encargos y sacarlos adelante yo sola o con muy poca ayuda, siempre sale esta otra vocecita que es como: no; realmente mantener esta estructura y asumir el coste personal y económico, y el riesgo que supone ser una estructura grande, tiene también sus beneficios. Además que tener un equipo y ver que la gente evoluciona contigo, y que la gente aprende, y que la gente que ha pasado por Éticas después va a otros lugares y ves que es capaz de hacer una intervención positiva y que ha aprendido pues también hay una tarea de mentor que es muy agradecida. Por tanto, sí que tienes momentos en los que dudas, pero yo tengo clarísimo que compensa.    

Innovadoras TIC es un programa que quiere promocionar proyectos como el tuyo, liderados por mujeres en el sector tecnológico. Cómo animarías a muchas chicas a que desde pequeñas apuesten por carreras STEM, o a otras mujeres que quieran emprender en el sector. 

Tampoco sé si las animaría a hacer eso, yo las animaría a no ponerse límites, a intentar ser lo que quieran ser, y a no basarse solo en lo que ha ocurrido antes. El hecho de que no vean a mujeres en puestos de responsabilidad o a mujeres con especialización técnica no debería limitarlas a pensar que eso también es posible. Con lo cual las animaría a no ponerse límites ellas mismas, y a ser lo que quieran ser, en carreras técnicas o en cualquier otra cosa. Al final cada uno define lo que le gusta y su felicidad a su manera. Y creo que lo mejor que podemos hacer las mujeres por nosotras mismas es precisamente no creernos las limitaciones que nos vienen impuestas y ser capaces de salir de ellas e ir en la dirección que nos apetezca.