Tras 9 años de experiencia en consultoría en diferentes entidades, Rosario Ortiz, junto con Inés Vázquez, funda Adalab, una escuela especializada en formación digital para mujeres. ¡Continúa leyendo y conoce más sobre su trabajo de emprendimiento!


Cuéntanos más de este proyecto que habéis fundado Inés Vázquez y tú. ¿Cómo nace la idea de crear Adalab?

Después de haber trabajado, en mi caso en la consultoría, e Inés en finanzas, aún sin conocernos, empezamos a estudiar un máster de Cooperación Internacional en 2012. Nada que ver con lo que habíamos estudiado. Después del máster trabajamos en ONG internacionales, y eso nos hizo vivir en diferentes países: Inés vivió en Colombia, Perú y Vietnam y yo en Colombia y República Dominicana. Durante este trabajo en cooperación, coincidimos un tiempo trabajando juntas en una ONG en Madrid. Ahí nos conocimos y ahí empezamos la idea de emprender en un sentido amplio, pero no fue hasta 2015 que volvimos a España definitivamente. Inés venía con una idea muy clara de emprendimiento porque ya había estado investigando qué era la formación a mujeres en tecnología. Me lo propuso y yo me subí al carro del emprendimiento, dejé mi trabajo y lanzamos el primer curso en octubre de 2016.

La idea surgió porque queríamos emprender en algo a lo que pudiésemos dar valor. En 2015 había un desempleo muy alto, porque aún arrastrábamos la crisis económica. Investigando, vimos que en el sector tecnológico las empresas no encontraban estos perfiles tecnológicos y a la vez había mucho desempleo. Ahondando en este problema nos dimos cuenta de que no había mujeres en este sector, y así fue como surgió Adalab.

¿Cómo es el proceso para poder realizar un curso y ser Adalaber?

Hasta la pandemia nuestros cursos eran presenciales y en Madrid. Eso ya suponía un sesgo geográfico. Pero desde marzo de 2020 pasamos a un modo 100% online y, cómo ha funcionado tan bien, hemos decidido quedarnos así. Lo bueno es que ahora cualquier mujer de cualquier parte de España puede acceder.

En cuanto al proceso de selección, los requisitos que pedimos son identificarse como mujer, ser mayor de 18 años, querer trabajar como programadora y, es muy importante, que durante el curso no se esté trabajando porque no es compatible, al ser un curso muy intensivo. Ya lo hemos intentado en otras ediciones pero hemos visto que no ha funcionado, por lo que la idea es que las personas se dediquen 100% al curso.

Para gestionarlo lo hacemos todo desde nuestra página web. Tras rellenar el formulario, nuestra potencial alumna se puede inscribir en cualquier momento, porque nuestro proceso selectivo está abierto durante todo el año. Nosotras hacemos tres cursos al año, y ahí se inicia el proceso de selección, donde lo que se valora no es tanto los conocimientos,  ya que no pedimos conocimientos técnicos previos, sino la actitud y aptitudes. Es decir, que realmente tenga la implicación y las ganas de hacer el curso y que le interese la tecnología.

La persona va pasando por varios procesos de selección: el primero sería un test de html y javascript, pero es más para que la alumna entienda a qué se va a enfrentar, porque la mayoría no tiene conocimientos previos. Luego hay un test de aptitudes para medir la capacidad matemática y de razonamiento lógico, necesarias para programar. Finalmente, hay una entrevista personal que hacemos online para conocer la motivación de la persona.

Según Adalab, el porcentaje de mujeres que cursa estudios de informática/tecnología en España es solo del 12 %, frente al 20 % de media europea. Gracias a proyectos como el vuestro esta cifra irá en aumento. ¿Creéis que llegaremos a tener un porcentaje realmente equitativo de mujeres en este sector?

Yo creo que sí, además es necesario, porque si no lo hacemos, en unos años la mujer estaría fuera del mercado laboral, porque el mercado laboral exige perfiles tecnológicos. Si la mujer está fuera de este tipo de puestos, está fuera de la toma de decisiones y volvemos a estar en un segundo plano.

¿A cuántas mujeres habéis formado desde la creación de Adalab?

En total, hemos formado a 460 mujeres desde 2016.

¿Hasta qué punto les puede cambiar la vida a vuestras alumnas poder realizar uno de vuestros cursos?

Es un cambio muy potente a nivel laboral, nuestras alumnas durante el curso no están trabajando, bien porque estaban desempleadas o porque han dejado un trabajo precario. Antes de la pandemia teníamos un porcentaje de inserción de un 93% o 94% cuando terminaban el curso. Eso significa que la gran mayoría de mujeres que se graduaron con Adalab conseguían un empleo como programadoras, en un sector donde pueden aprender y donde se sienten valoradas. Es un cambio brutal para ellas porque suelen venir de trabajos muy precarios donde no podían crecer y no se les valoraba. La tecnología les ofrece una mejora de calidad de vida, en su sueldo, en su autoestima, etc. Es un cambio bastante importante.

¿Por qué crees que es tan necesario que existan este tipo de proyectos enfocados solo para mujeres?

Nos hacen mucho esta pregunta, el porqué solo a mujeres. Porque para hombres en este ámbito hay un montón de opciones. Donde hay una brecha es con las mujeres. Si no se hacen acciones específicas no se va a equilibrar de manera natural, porque existen estos sesgos. Si dejamos actuar al libre mercado, esta situación no se equilibra.

Se suele decir mucho que a las mujeres no les interesa la tecnología, pero en Adalab llevamos trece cursos desde 2016. En total han intentado entrar más de mil alumnas, y eso que al principio solo era en Madrid. Por eso, el discurso cae por su propio peso. Pero por cómo se enfoca, los sesgos que existen y la falta de referentes, aún hay pocas mujeres que trabajan en tecnología y, las pocas que hay, están invisibilizadas.

Una de las cosas que hacemos en Adalab es darle un nombre de una mujer referente en ciencia a cada promoción. Un nombre que eligen las alumnas. La primera promoción fue Ada Lovelace, primera programadora de la historia. Este es uno de lo temas que hemos visto claro: el tema de las referentes e intentar que estas referentes no sean del S. XVIII si no que sean actuales, para que las niñas y adolescentes se identifiquen y entiendan que es una carrera en la que puedes aprender, que es divertida, que se trabaja en equipo, etc.

¿Cuál es el perfil de vuestras alumnas? ¿Qué nivel de competencias digitales tienen antes de entrar?

Mujeres de unos treinta años, con estudios superiores, ya sean universitarios o FP superior, pero en áreas no relacionadas con la tecnología, como la comunicación audiovisual, el periodismo, la química, el derecho… Con lo que han estudiado no tienen salida profesional. Llevan años de precariedad y lo que hacen es reinventarse a través de un curso intensivo que les da las habilidades mínimas para iniciar una nueva carrera. De hecho el 75% no tenía conocimiento previo en ningún tipo de programación, ni html ni nada. Lo que sí debe gustarles es la tecnología.

Según un estudio realizado para Appirio, al 90% de las compañías les resulta un enorme reto empresarial reclutar a profesionales con perfiles digitales. ¿Crees que en los próximos años este problema se agravará o España estará a la altura de la transformación digital que estamos viviendo?

No sé si se agravará, pero sí que se mantendrá. La realidad es que justo lo que hemos vivido en 2020 ha puesto aún más de manifiesto la necesidad de la transformación digital para todo el mundo y eso nos hace darnos cuenta de la necesidad de perfiles digitales. La formación al uso no da abasto para la cantidad de profesionales que necesitan las empresas. Hay que cambiar un poco el enfoque, es necesario el reskilling, no es tanto que se busque a alguien con seis años de experiencia en ingeniería informática, si no perfiles que en sus anteriores empleos han tenido experiencia en campos como el trabajo en equipo, el liderazgo, la atención al cliente… Con este background nuestras alumnas, por ejemplo, lo que necesitan es este reskilling para aprender nuevas competencias digitales sumadas a las suyas. Si el sector entiende esto y no exige una titulitis, podrán encontrar los perfiles que necesitan.

Un consejo para las niñas y mujeres que están leyendo esta entrevista y que, como tú, quieren ser emprendedoras.

Primero, que busquen ejemplos de emprendimiento y de otras empresas que han triunfado, porque muchas veces pensamos que hay que tener una idea súper original, inventar algo que nadie haya inventado y si no, no merece la pena emprender. Pero emprender muchas veces es copiar, en el buen sentido de la palabra, cosas que han funcionado en otro sitio. Lo traigo a mi entorno y lo adapto. Y lo segundo, que si tienen alguna idea, la compartan. Les va a aportar muchísimo comentar con todo el mundo sus ideas, porque si te enamoras de tu idea pero no la compartes, puede que tu idea sea muy buena pero el mercado no esté preparado para recibirla.

Algo que te defina: una palabra, una experiencia, un color, un verbo, un adjetivo, un estado de ánimo… y por qué.

Constancia. Yo creo que a la hora de emprender esto es importante porque este es un camino con muchas subidas y bajadas, hay momentos muy bonitos y momentos muy duros. Creo que tanto mi socia como yo hemos sido constantes y es una cualidad muy importante para lograr mantener tu empresa, no dejarte llevar por momentos de super éxito ni momentos bajos, como ha podido ser la pandemia.